Hace apenas unas horas que salía a la luz la inevitable noticia de la presencia de microplásticos en humanos. Investigadores de la Universidad Médica de Viena y la Agencia de Medio Ambiente de Austria han presentado este hallazgo en Viena, durante la 26ª Semana de la Unidad Europea de Gastroenterología.
Este aviso salta al ruedo apenas unos días después de que un nuevo estudio afirmase que se han encontrado microplásticos en el 90% de la sal que consumimos, cifra que en España alcanza el 100%, según afirma la Universidad de Alicante.
El plástico se ha colado en nuestro día a día con tal presencia que una vida sin él, apenas 70 años después de la generalización de su uso, parece inimaginable. El abuso de este material ha sido tal que se ha transformado en una plaga cuyo alcance es imposible cuantificar, y cuya inercia arrasa nuestros ecosistemas a un ritmo vertiginoso.
Medusas con paquetes de tabaco en su interior, arrecifes de corales que desaparecen, animales que quedan atrapados o que lo engullen allá por donde pasan como si de plancton se tratase. El crimen de los plásticos de usar y tirar es tal que “en España se venden 50 millones de envases de bebidas cada día, de los cuales 30 millones no se reciclan”, según afirma Julio Barea, responsable de la campaña de residuos de Greenpeace. O bien van al vertedero, o se queman o van directamente al medio ambiente.
De ese despilfarro de recursos se desgranan los 8 millones de toneladas de basura que van a parar al mar cada año, cantidad que incluye hasta un 80% de plástico, según el informe Plásticos en el pescado y el marisco.
La plaga es ya incuantificable, pero continúa en aumento: se estima que entre 5 y 50 billones de fragmentos plásticos flotan a día de hoy por los océanos. Diversos estudios alertan incluso sobre la contaminación de alimentos que nada tienen que ver con los océanos, como el agua de manantial contaminada a través de su embasado. Recientemente, la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) analizó 102 alimentos de origen marino, descubriendo la presencia de microplásticos en el 69%.
¿Cuánto plástico comemos?
Además de lo alarmante de estos datos, el pasado julio un estudio de la Universidad de Heriot Watt afirmó que en cada plato de comida podría haber hasta 100 fibras de plástico procedentes del ambiente y los objetos que nos rodean, sumándose al que nos llega de los océanos.
1. Sal
Hace años que se tiene constancia de la presencia de contaminación plástica en la sal, pero no se tenía información sobre que su alcance llegaba al 100%. De 60 a 280 micropartículas por kilo de sal fueron descubiertas en todos los tipos de sal estudiados por la Universidad de Alicante, lo que quiere decir que cada español ingiere al año 510 micropartículas de plástico tan solo por sazonar sus alimentos, siempre que respete el límite recomendado por la Organización Mundial de la Salud.
A nivel mundial, investigadores de Corea del Sur y Greenpeace East Asia descubrieron plástico en un 90% de las marcas analizadas.
La llamada flor de sal, un alimento gourmet que cristaliza en la superficie de las salinas presentó una mayor concentración de este material, lo que según la OCU podría ser debido a su estructura escamosa o a una mayor contaminación ambiental.
2. Mejillones, almejas o chirlas
La Organización de Consumidores y Usuarios descubrió microfibras y, en menor medida, microgránulos y microfilms en el 71% de los moluscos que analizó en un reciente estudio, a pesar de que estos animales deben someterse a un proceso de despuración tras su recogida.
La OCU alerta de que, además, el hecho de que los moluscos como los mejillones, almejas o chirlas se coman al completo fomenta que toda la cantidad de microplásticos que se haya acumulado en ellos termine en nuestro tracto digestivo.
3. Gambas y otros mariscos
Un 66% de los crustáceos analizados por la Organización contenían microplásticos, “sin detectar diferencias entre langostas, langostinos y gambas, tipos de envase o estado en el que se compraron (frescos o congelados)”, afirman en su comunicado.
A diferencia de los anteriores, el estudio sí descubrió una menor acumulación de microplásticos entre los que se comercializan pelados, sin cáscara ni tracto digestivo.
4. Pescado como sardinas o bacalao
A pesar de la dificultad de llevar a cabo estudios cuantitativos para monitorizar el número de microplásticos en el intestino del pescado, un estudio portugués halló microplásticos en el 19,8% de 263 pescados de 26 especies comerciales. Otra muestra de campo obtenida mediante arrastre presentó polímeros sintéticos en un 36,5% del pescado capturado en el canal de la Mancha, según el informe Plásticos en el pescado y el marisco.
5. Agua
Las micropartículas de plástico se están abriendo paso incluso hasta el agua potable. Aunque faltan estudios al respecto, las partículas podrían proceder tanto del medio ambiente como del propio envasado plástico. La Universidad de Minessota, en su estudio Invisibles: el plástico en nosotros, analizó muestras del suministro doméstico de agua potable de más de diez países y descubrieron la presencia de microfibras de plástico en un 83%.
Al menos 170 especies de especies marinas ingieren restos antrópicos, aunque aún falta mucha información tanto sobre el alcance de esta contaminación como sobre los efectos que está teniendo y tendrá sobre los oceános, las especies y nosotros mismos.
Aún hay muchas preguntas sin resolver acerca de si estas partículas podrían incluso llegar al torrente sanguíneo o descargar otras toxinas en nuestro cuerpo. El tamaño de las microfibras, que podrían alcanzar la escala nanométrica, les permitiría entrar en las células o trasladar sustancias tóxicas o microorganismos patógenos.
Hasta ahora, muchos creían en un océano tan diverso, tan vasto, que sería incapaz de notar las consecuencias de usarlo como vertedero. Años más tarde reparamos por fin en el hecho de que los océanos están tan estrechamente ligados a nosotros, que al arruinar su biodiversidad, arruinamos también su equilibrio, su capacidad de regular el clima, sus corrientes y, por supuesto, la cadena alimentaria de la naturaleza.